Dios no impone su sabiduría; la ofrece a los que están dispuestos a recibirla. Un corazón orgulloso no puede aprender de Dios, pero uno humilde y manso es terreno fértil para la revelación divina.
Tener un espíritu enseñable no significa saber poco, sino reconocer que siempre podemos crecer. Cuando somos corregibles, cuando dejamos que Dios nos muestre nuevos caminos, Él nos guía paso a paso hacia su voluntad.
El problema no es la falta de dirección, sino muchas veces la falta de disposición para escucharla.
Reflexión:
¿Tienes un corazón enseñable? ¿Estás dispuesto a soltar tus ideas cuando Dios quiere enseñarte algo nuevo o corregirte? La humildad abre puertas a la sabiduría del cielo.
Oración:
Señor, dame un corazón manso y humilde. Enséñame tus caminos y ayúdame a recibir tu dirección con alegría, aunque desafíe mi manera de pensar. Quiero ser guiado por ti. En el nombre de Jesús, amén.