Romanos 5:5 – “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”

Hay una esperanza que no es fantasía ni ilusión, sino una certeza nacida del amor de Dios. No es una esperanza basada en circunstancias favorables, sino en el carácter fiel del Padre. Pablo asegura que esta esperanza no avergüenza, es decir, no decepciona.

¿Por qué? Porque está sustentada por algo más profundo que emociones: el amor de Dios en nosotros, por medio del Espíritu Santo. Esa esperanza actúa como ancla del alma en tiempos inciertos, recordándonos que el final siempre está en manos de Aquel que nos ama.

Reflexión:

¿Tu esperanza está firme en Dios o en lo que deseas que ocurra? Recuerda que si tu esperanza está en Cristo, nunca terminarás avergonzado, aunque ahora no veas lo que anhelas.

Oración:

Padre, gracias por darme una esperanza que no se apaga. Aumenta mi fe para creer que tu amor es suficiente fundamento. Espíritu Santo, llena mi corazón con la certeza de que en ti no hay pérdida. En el nombre de Jesús, amén.

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