Juan 14:16 – “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.”

Jesús, sabiendo que pronto regresaría al Padre, prometió enviar al Espíritu Santo. No como una idea o fuerza impersonal, sino como un Consolador real, alguien que estaría con nosotros —y en nosotros— para siempre.

El Espíritu Santo no solo guía o enseña: Él consuela. En medio de la pérdida, del dolor, de la incertidumbre o la soledad, Su presencia es paz. Él no quita automáticamente las circunstancias difíciles, pero sí llena nuestro corazón con la certeza de que no estamos solos.

Cuando nadie más comprende tus lágrimas, Él sí. Cuando sientes que no puedes más, Él te fortalece. El consuelo del Espíritu no es emocionalismo pasajero, es una obra profunda del amor de Dios, haciéndonos sentir acompañados, comprendidos y sostenidos.

Reflexión:

¿Has buscado consuelo en otras cosas antes que en el Espíritu Santo? ¿Le permites a Él ser tu compañía y ayuda diaria?

Hoy, más que pedir soluciones inmediatas, detente y pídele al Espíritu Santo que te consuele. Él está contigo —no por un momento, sino para siempre.

Oración:

🛐 Espíritu Santo, gracias por estar conmigo. Tú conoces mi corazón, mis luchas y mis silencios. Te pido que me consueles como solo tú sabes hacerlo. Lléname de tu paz, guíame con tu ternura y fortalece mi fe. No quiero caminar sin tu presencia. Amén.

Carrito de compra
Scroll al inicio