El perdón es una de las expresiones más poderosas del amor cristiano. No es solo un acto emocional, sino una decisión espiritual que libera tanto al ofensor como al ofendido. La base del perdón no es lo que la otra persona merece, sino lo que nosotros hemos recibido de parte de Dios.
Dios nos perdonó completamente en Cristo. No por méritos, sino por gracia. Y ese perdón se convierte en el modelo para cómo debemos perdonar a los demás. A veces, las heridas son profundas y el dolor es real, pero negarse a perdonar es como beber veneno esperando que otro sufra.
El perdón no siempre restaura relaciones, pero siempre libera el corazón del resentimiento, la amargura y la culpa. Es una forma de decir: “Confío en que Dios es justo y me basta con Su paz”.
Reflexión:
¿Hay alguien que necesitas perdonar hoy? ¿O necesitas recibir el perdón de Dios y perdonarte a ti mismo?
Perdonar no significa aprobar lo que estuvo mal, sino soltar el control del dolor en manos de Dios. Cuando perdonamos, no solo obedecemos, sino que sanamos. Es un paso de fe hacia la libertad.
Oración:
🛐 Padre, gracias por haberme perdonado por completo en Cristo. Ayúdame a perdonar como tú me perdonaste: sin condiciones, sin reservas. Líbrame de la amargura y sana mi corazón. Si hay personas a quienes debo perdonar o pedir perdón, dame el valor y la gracia para hacerlo. En el nombre de Jesús, amén.