Elías esperaba una manifestación poderosa de Dios: fuego, terremoto, viento… Pero el Señor se reveló en un susurro apacible. No siempre Dios se muestra con estruendo. A veces, habla en el silencio, en lo íntimo, en lo quieto.
Muchas veces nos frustramos por no “sentir” a Dios o por no ver señales evidentes. Pero Él sigue presente, incluso cuando parece callado. En esos momentos, nos está enseñando a escuchar con el corazón, a reconocer su presencia no por emoción, sino por fe.
Dios no está ausente en el silencio: está afinando tu oído espiritual.
Reflexión:
¿Estás atravesando una etapa de aparente silencio de Dios? En lugar de correr, quédate quieto. Tal vez lo que necesitas no es más ruido, sino más atención. Él sigue hablando… aunque sea en voz baja.
Oración:
Padre, ayúdame a no desesperarme cuando no escucho truenos ni señales. Enséñame a reconocer tu susurro, tu presencia serena. Abre mis oídos espirituales para oírte incluso en el silencio. En el nombre de Jesús, amén.